Las falsas creencias respecto al deseo son realmente frecuentes, y si nos centramos en lo que respecta al deseo sexual de los hombres nos topamos con la idea casi dogmática de que su deseo es constante y no decrece nunca. Pero esto está muy lejos de la realidad ya que cada hombre tiene su propio deseo y es responsable de su cuidado y mantenimiento, exactamente igual que las mujeres. Tal y como veremos en el siguiente post. Sin embargo, ¿por qué existe la creencia de que los hombres tienen siempre ganas de tener encuentros eróticos?
En primer lugar, es cierto, que quizá tengamos que valorar de algún modo los aspectos biológicos en lo que respecta a la distinta carga hormonal entre la mayoría de hombres y mujeres. Sin embargo, creo que el factor que merece una especial atención es aquél relacionado con el modelo cultural a través del que se transmiten los valores e ideas que nos van a permitir vivir y expresar nuestra sexualidad y nuestra erótica de una forma determinada.
Frases tales como “cuantas más mejor”, “los hombres necesitan sexo”, “da igual si es fea, lo importante es pillar”, “¿a cuántas te has tirado ya?, ¡estás hecho un crack!”, “¿pero cómo le vas a decir que no?”, etc… son mensajes constantes que, de un modo u otro, reciben los hombres a lo largo de su vida. El desarrollo de su propia imagen y autoconcepto se va llenando de ideas que no les permiten “bajar la guardia” o “fracasar”. De este modo, su concepto de la erótica y del placer puede, en algunos casos, llegar a asociarse poco a poco y de manera muy firme a una alta exigencia que puede finalmente transformarse en sensaciones de ansiedad. En los casos en los que esto ocurre, la evitación de los encuentros eróticos funciona como mecanismo de defensa para no enfrentarse a una situación que, lejos de provocar placer y diversión, les provoca ansiedad y malestar.
Quizá los casos hasta aquí descritos no sean los más frecuentes, pero sí son los que describen un mayor malestar y, por tanto, los que solicitan ayuda profesional para abordar el tema y retomar su vida erótica desde el placer y la tranquilidad.
Existiría por tanto un segundo grupo al que las ideas transmitidas sobre cuánto de “deseantes” deben mostrarse siempre les afecta de una forma más leve pero que, igualmente, puede conllevar consecuencias desagradables. Cuando a un hombre no le apetece tener un encuentro erótico por el motivo que sea puede pasar que, tanto él como su pareja lo encuadren dentro de la normalidad (como así es, algo normal, dado que los hombres son seres humanos con sus preocupaciones, su cansancio, sus ciclos hormonales, etc.) o, por el contrario, lo vivan como un problema porque “debería” apetecerle siempre. En este segundo caso, vemos como la creencia, el mito vivido como imposición, es la que va a desencadenar una serie de dudas: en el hombre acerca de si su respuesta sexual está sana o tiene algún problema, y en la mujer acerca de si la causa del bajo deseo de su pareja radica en ella (ya no me ve atractiva, ya no me quiere, ya no le pongo…).
Como conclusión podemos decir que la clave para una vivencia sana del encuentro erótico (para cualquier persona, sea hombre o mujer) radica en entender que tenemos permiso para que nuestro deseo y nuestras peculiaridades eróticas varíen a lo largo del tiempo, pero que también tenemos la responsabilidad de comunicar a nuestra pareja aquello que deseamos o que no deseamos y cuándo lo deseamos o no lo deseamos. Por último, es fundamental el respeto pleno tanto hacia la expresión del deseo del otro/a como hacia la expresión de nuestro propio deseo y, como consecuencia, el respeto pleno hacia la negativa del otro/a y la exigencia del respeto ante la expresión de nuestra negativa.
Por tanto, recuerda que todas las personas tenemos derecho a la vivencia de la erótica desde el permiso de ser quién somos y expresarnos como tal.
